Está todo bien porque puedo ejercer mi derecho a vivir”. A pesar del teléfono de por medio, la sonrisa de Fernanda Falcão se siente al responder a la pregunta ¿cómo estás? “Transexual, negra, enfermera y brasileña”, como ella misma se define, Fernanda llegó hace seis meses a España huyendo de una violencia tan extrema y cotidiana que le hizo temer por su vida. Hoy vive en Donostia, acogida por un programa de CEAR Euskadi, aunque aún no tiene reconocida su condición de refugiada. Nacida en Recife (estado de Pernambuco) hace 30 años, prefiere “no hablar de una vida difícil, sino desafiante porque estos procesos te permiten ayudar a otras personas, puedes contribuir a la modificación de sus vidas. Yo no tuve referentes, pero las mujeres que están reconociéndose ahora tienen otras mujeres en las que mirarse”.

Fernanda es funcionaria del Estado, trabaja como asesora en la Secretaría de Justicia de Pernambuco. Forma parte de varias instituciones y grupos por la defensa de los derechos humanos del colectivo LGTBIQ+. La denuncia de redes de trata de personas para explotación sexual o tráfico de órganos, y su condición de mujer trans, le supuso recibir una ola de amenazas, agresiones e intentos de asesinato. El día 10 de julio de 2022, tomaba un avión rumbo a Portugal y de ahí a Bilbao. Salió de Brasil aferrada a la vida y arropada por la solidaridad de cientos de personas que se conmovieron con su caso; las instituciones, no fueron capaces de garantizarle la protección que merecía.

Brasil es el país del mundo en el que más personas transexuales son asesinadas. En último informe de Antra Brasil (Asociación Nacional de Travestis y Transexuales) denuncia que 140 personas trans fueron asesinadas en 2021; una cifra que representa la mitad de los asesinatos ocurridos en toda América Latina. “Tenemos una esperanza de vida muy corta. Las mujeres transexuales en Brasil viven hasta los 35 años y si se trata de una mujer negra, que trabaja en la prostitución y viene de la periferia, entonces, la esperanza de vida baja a 25 años”, denuncia Fernanda Falcão.

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Fernanda nació para poder mejorar mi vida, para que lograra entender que yo podía existir en este mundo. Nunca había visto a una persona trans, no tenía referencias. Cuando cumplí 15 años, perdí a mi mayor referencia: mi abuela. Entonces, conocí a un chico, con quien tuve mi primera experiencia sexual. Cuando se lo conté a mi madre fui invitada a irme de casa. Con 15 años comencé a vivir en la calle”.

¿Cómo fue aquella etapa de tu vida?

Mi vida siempre fue muy limitada porque no tenía referentes sobre qué era un cuerpo transexual. Vivía con una profunda agonía entender quién era y quién no era yo. Quería estudiar, pero no sabía cómo hacerlo después de que mi familia me abandonara. Fui a vivir en la casa de ese chico; en ella vivían doce personas. Allí conocí a otras personas trans que me acogieron y comenzaron a darme información. Esa casa estaba plagada de gente, pero había mucho amor. Fui a la universidad, acabé enfermería, aprobé una oposición y comencé a trabajar en la Secretaría de Desarrollo Social. Ahí comenzó mi historia de militancia que, en realidad, ya había comenzado en la universidad cuando percibo que mi cuerpo no es un cuerpo legitimado, que es un cuerpo al que le corresponde solo el espacio de la prostitución. En el camino, me vi obligada a dejar todos mis sueños atrás para poder permanecer viva. No es posible ser una mujer trans y soñar con una familia, sabes que tus hijos van a sufrir prejuicios muy parecidos a los que tú sufres. Dejas los sueños a un lado para poder sobrevivir.

Sabíamos que detrás (del tráfico de personas) estaba el respaldo de personas que tienen mucho dinero y conexiones con los órganos policiales.

 

¿Cómo fue el proceso para venir a España?

Venir para España no fue una elección. Yo trabajaba en la Red Nacional de Travestis y Transexuales, esta red tiene presencia en todos los estados de Brasil y trabaja con difusión de información, prevención de enfermedades de transmisión sexual, acompañamiento jurídico y prevención de tráfico de personas. Durante la pandemia, la mayor parte de las chicas se vieron obligadas a quedarse en las casas de prostitución, sin poder trabajar y, entonces, creamos un programa para fortalecer la alimentación. Durante los dos años de pandemia, conseguimos acompañar todas las casas de la región metropolitana de Recife y entendimos el enorme impacto que la pandemia estaba teniendo sobre la vida de las personas. Había mujeres con deudas tan grandes que las obligaban a entrar en el tráfico de órganos; había mujeres que no tenían córnea, chicas muy jóvenes, con vidas muy difíciles y sin margen de elección. Nosotras ya habíamos hecho mucho trabajo contra el tráfico de seres humanos y por eso sabíamos que detrás estaba el respaldo de personas que tienen mucho dinero y conexiones en los órganos policiales; era un tema muy difícil para trabajar como institución.

Fernanda Falcão junto a Carla Antonelli y Ari Verás.

En marzo de 2021, tras apoyar a una mujer trans que fue quemada en la calle; después de presionar a la policía para que acudiera a las casas de prostitución para proteger a las mujeres, Fernanda sufre un tiroteo en su propia casa. Resultó herida. “En comisaría me maltrataron. Temí por mi vida”. Solicitó apoyo a sus redes y consiguió entrar en un programa de defensoras de derechos humanos, de la Secretaría de Justicia. Vivía a cada poco en un lugar diferente del país, pero la localizaban, la agredían; sufrió varios intentos de secuestro. Finalmente, se creó la campaña “Salve la vida de Fernanda” para sacarla del país. Con esa financiación colectiva, “el día 10 de julio, a las 2 de la tarde, recibí una llamada en la que me decían: a las 11h de la noche tienes un vuelo para España esa es la opción que hemos tenido para mantenerte viva”.

Brasil está en guerra, no es una guerra armada, sino una guerra de tal negación de derechos que lleva a las personas a la muerte. Es un exterminio permitido.

 

Brasil es el país del mundo en el que mayor número de personas transexuales son asesinadas. ¿Cuáles son las causas de esta situación?

La principal causa es el prejuicio, también los dogmas religiosos que hacen que nos asesinen con una enorme crueldad: se mutilan los penes, se coloca la silicona junto a la cara del cadáver…  Suelo decir que Brasil está en guerra, no es una guerra armada, sino una guerra de tal negación de derechos que lleva a las personas a la muerte. Y no es la gente quien mata, porque la prueba es que yo estoy viva gracias a la solidaridad brasileña, quien mata son las ideologías. Es muy curioso: Brasil es el país en el que mayor número de personas trans son asesinadas y, al mismo tiempo, es el país con mayor número de instrumentos legales de protección que nos amparan. El acceso a esos derechos no se produce por la falta de información, pero también por la falta de personas sensibles en los organismos oficiales. Y no hablo solo de las personas trans, toda la sociedad brasileña está siendo exterminada: por ser mayor, por ser demasiado joven, por ser negra, por ser de favela, por ser pobre, por ser mujer… No sé ni cómo llamarlo porque una guerra se produce cuando existe el derecho de defensa, un lado lucha contra el otro, pero aquí estamos siendo exterminados. Se trata de un exterminio permitido.

Cómo ha afectado Bolsonaro en esta situación, cuáles son las esperanzas ahora que hay un nuevo Gobierno.

En realidad, no es algo que haya acabado. La mayoría del Parlamento brasileño es bolsonarista, aún tienen mucha fuerza en ese diálogo del odio. Estamos al comienzo de una guerra civil. Bolsonaro demarcó políticamente ese odio hacia algunos colectivos: las favelas se concibieron como lugares en los que se permite la muerte, se retiraron los derechos de las mujeres, se acabó con políticas que eran de referencia, como el programa contra el sida del Ministerio de Salud. Es el tiempo de la inquisición, en el que las personas son quemadas en la plaza pública sin que nada ocurra.

Fernanda Falcão.

Después del asesinato de Marielle Franco, más mujeres negras, faveladas… están llegando al poder, ¿cómo está siendo ese proceso?

Nuestro trabajo político comienza cuando 23 mujeres trans (una por cada estado del país) se reúnen en 2010 y dicen “vamos a tomar el poder”. Me emociono al pronunciar esa palabra: “tomar el poder”. 23 mujeres, cada una de ellas con una vida más dolorosa que la otra, deciden fortalecer su presencia política porque no había ninguna mujer transexual en los espacios políticos. En 2012, conseguimos que ocho fueran elegidas como concejalas; de esas ocho, solo dos están vivas. Hacemos un trabajo para que ellas estén ahí, sin embargo, el trabajo más duro es que permanezcan vivas en ese espacio. Marielle no fue la primera; antes que ella, otras también fueron asesinadas, aunque no tuvieran la misma visibilidad. Benny Briolly, la concejala más votada en Río de Janeiro, tuvo que exiliarse en Estados Unidos por amenazas de muerte. La policía tenía obligación de protegerla, pero se negó a hacerlo. Erika Hilton, diputada en São Paulo, es una oveja rodeada de una manada de lobos. No tenemos certezas sobre cómo vamos a continuar el camino, tan solo la certeza de defender nuestros derechos y garantizar que ellas siguen vivas. Nuestra fórmula es la resistencia, la permanencia y también muchas ganas de vivir, de restaurar la Constitución federal brasileña que es tan bonita… con su artículo primero en el que se protege el derecho a la vida.

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La conversación nos lleva a la propuesta de la Ley Trans en España…

“Para quien no tiene nada como nosotras, esta ley es un sueño. He conversado con algunas militantes españolas que están muy preocupadas con el conservadurismo. No quiero opinar sobre el contenido de la ley, pero siento la falta de amor, de sororidad, siento la necesidad de decir a todas, a todos, a todes que no es un tipo de feminismo el que defiende esa postura, sino mujeres. Y a ellas las invito a que entiendan que el feminismo nace de una concepción de amor, de sororidad con las otras. Lo que nos une es la representatividad de nuestro cuerpo femenino que no depende de nuestros órganos, sino de lo que somos en la sociedad y qué proponemos. Somos compañeras en la lucha. Invito a esas mujeres que se dicen feministas a reformular su entendimiento sobre el feminismo y si no, que se aparten totalmente. No son legítimas mujeres feministas porque si buscamos en la historia, el feminismo financió la mayor parte de las luchas minoritarias: LGTB, población negra, migrante… El feminismo es tan sensible que es extremadamente transversal. Es inaceptable que una persona que se dice feminista sea favorable a un discurso genocida; porque cuando dices que un cuerpo trans no puede ser un cuerpo de una mujer, en realidad, está fortaleciendo el discurso genocida, de muerte, y eso no es feminismo. Además, los discursos que escuché en este sentido son de mujeres blancas, de alto poder adquisitivo, que no sintieron lo que significa ser una mujer que viene de la base, de la clase trabajadora, que sustenta tanto Brasil como España. Y todo esto lo digo de manera muy sensible porque creo que esas mujeres deben tener la oportunidad de revisar el feminismo, el contexto…”

El proceso de migración es muy doloroso . Muchas familias sufren además un enorme dolor psicológico por la enorme burocracia a la que nos someten.

 

Fernanda Falcão no quiere acabar la entrevista sin mencionar una cuestión que le genera una enorme preocupación: la Ley de Extranjería. “Agradezco a la sociedad española, a la sociedad vasca y a todas las instituciones que trabajar por el apoyo a las vidas. Es muy difícil comenzar una nueva vida y es un privilegio cuando alrededor hay personas con humanidad. Si hoy sigo viva es gracias a esa solidaridad. Ahora bien, el proceso de migración es muy doloroso, yo ya llevo seis meses y la burocracia es enorme, me genera muchas dudas; aún no tengo reconocida la protección internacional. Veo a muchas familias que sufren un enorme dolor psicológico que se suma al que cada quien arrastra. Necesitamos repensar ese proceso tan cruel con el ser humano, es necesario humanizarlo; los representantes políticos deben ser más sensibles. Mañana voy a la comisaría, no sé qué pasará con mis papeles…”

Le pedimos que nos cuente qué respuesta consigue en la comisaría. Al día siguiente llega su mensaje: “Acabo de salir de la Policía Nacional. Me dieron un papel que legaliza mi situación por ocho meses, aunque no me dieron permiso de trabajo. La verdad es que estoy un poco triste porque necesito trabajar para apoyar a mi madre (…) A pesar de eso… vamos seguindo”.

*Según Kifkif, asociación de personas migrantes y refugiadas LGTBI, estima que 1 de cada 4 solicitudes de asilo en España son de personas LGTBI. No existen datos específicos sobre el reconocimiento de la condición de asilo o refugio.

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