Un hospital de Odesa. Un hospital de Dnipro. Un cirujano plástico convertido en cirujano de guerra. Y la presión que sufre el personal sanitario de Ucrania.

—Esto es otra cosa —dice Iraklii Belestov.

Es una cosa a la que no se pueden acostumbrar ni él ni sus colegas del Hospital Clínico Infantil de la Región de Odesa.

No son bebés con enfermedades congénitas. No son niños con problemas cardíacos.

No son fracturas de chavales debido a accidentes —todo eso lo curan desde hace años.

Lo que le duele al jefe de cirugía de este hospital es recibir a niños que han sufrido otro tipo de heridas. Esa “otra cosa” es la guerra.

—Ayer podían jugar a fútbol, y hoy hay que amputarles una pierna o un brazo. Es un shock para los médicos, pero sobre todo para los padres. Es difícil verlo. No es normal. Tenemos pacientes con diferentes problemas. Pero esto es otra cosa.

Iraklii aún no ha traspasado esa frontera en la que se empieza a normalizar el horror. Quizá nunca lo haga. Quizá se haya convertido en un cliché pensar que la gente —un cirujano, una periodista, un granjero, una taxista— puede acostumbrarse al dolor cotidiano de la guerra. Belestov dice que desde el principio de la invasión rusa de Ucrania se han tratado en este hospital entre 15 y 20 pacientes menores de edad con heridas de guerra. Muchos más tuvieron que ser derivados a otros hospitales. No es algo, por tanto, que ocurra a diario, pero sí es algo que los obsesiona y que, en los días tranquilos de Odesa —cuando las únicas señales de que hay guerra son las sirenas antiaéreas y un mar Negro casi vacío debido al bloqueo—, les recuerda lo que pasa en el frente y en las zonas que sufren ataques de forma más habitual.

—No soy solo doctor; soy persona, soy padre. Hacemos todo lo posible por ayudar a los pacientes, porque queremos que tengan una vida normal en el futuro. Es muy difícil afrontar esto psicológicamente, pero nadie lo hará si nosotros no lo hacemos.

Iraklii lo cuenta con más pesadumbre que dramatismo. Hay una sobrecarga de trabajo en este hospital, que no solo da cobertura a Odesa, sino también a la castigada Mykolaiv, más al este, y a todo el sur de Ucrania. La inutilización de otros hospitales de la región hace que este, que además es de alto nivel, se haya convertido en un punto de referencia para la atención médica a menores. La metamorfosis de este hospital no solo se debe a la llegada de heridos de guerra —que son una minoría—, sino a la atención que se debe prestar a embarazadas y niños que buscaron refugio de las bombas. Está ubicado en una zona cercana y a la vez alejada del frente. Aquí se mezclan todas las contradicciones de intentar ofrecer servicios médicos en un país en guerra y en una zona que a veces no parece estar en guerra.

Dotación a hospitales

En toda guerra la sanidad es uno de los sectores que más sufre. Ucrania no es una excepción. Desde el principio de la invasión rusa, la Organización Mundial de la Salud ha registrado 550 ataques contra instalaciones médicas en Ucrania. La necesidad de suministros es más apremiante en las zonas afectadas por los combates, pero también en las que, como Odesa, acogen a parte de los 7 millones de personas que se han visto desplazadas dentro de Ucrania a causa del conflicto.

—Desde el principio de la guerra, hay mucho personal sanitario que se ha ido a Europa —dice el director del hospital infantil de Odesa, Pavel Vasilievich—. Los que se quedaron tienen ahora más pacientes, pero saben por qué trabajan aquí, conocen sus prioridades: el pueblo, la región y el país.

Este es uno de los hospitales ucranianos que ha recibido el apoyo de la oenegé Farmamundi, que ha enviado un total de 72 toneladas de medicamentos y material sanitario a todo el país. Otro de ellos es el de Mechnikov, en la ciudad de Dnipro, atravesada por el río con el mismo nombre, en el centro de Ucrania. Como el de Odesa, este hospital ya no solo da cobertura a su provincia, sino a otras zonas afectadas por la guerra.

Cuando empezó la invasión rusa de Ucrania, la organización farmacéutica activó su protocolo de emergencias y puso en marcha el trabajo en dos grandes líneas: con los suministros de medicamentos y material sanitario y con la acción humanitaria directa en el país, de la mano de las oenegés locales Gender Bureau e IDC.

Además del reparto inicial de kits nutricionales y de higiene, también se ha facilitado apoyo psicológico, asesoramiento legal a personas refugiadas dentro de Ucrania y solicitantes de asilo en Moldavia y Serbia. Durante los próximos quince meses, Farmamundi pondrá el foco en la creación y puesta en marcha de centros de estancia temporal para la población desplazada dentro del país, e intentará priorizar la atención a la salud mental y el apoyo psicosocial, con hincapié en mujeres y menores.

Lee el reportaje completo de Agus Morales y José Colón en la revista 5W

 

 

 

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