Por primera vez en 20 años, el sistema de cooperación vive una reforma. Que avance hacia una dirección u otra será determinante para proteger (o no) los derechos humanos, contribuir a la protección del planeta y garantizar que todas las personas tienen las mismas oportunidades. En la construcción de esa nueva cooperación es crucial contar con el enfoque feminista; una mirada que debe empapar todas las propuestas que se realicen y que debe ir más allá de la cooperación para guiar a todas las políticas públicas.

Conversamos Merche Ruiz-Giménez, Filomena Ruggiero, Verónica Castañeda Bladón y Yedra García Bastante del Grupo de Feminismos de La Coordinadora. En esta conversación nos explicn qué significa este enfoque y cuáles son sus propuestas.

 

P. ¿Qué significa el concepto de “cooperación feminista”?

R. El concepto de cooperación feminista está en construcción. Esto no debe entenderse como algo negativo, sino todo lo contrario. La revisión constante y el autocuestionamiento forman parte de las propuestas que son realmente políticas y esta, sin duda, lo es. La cooperación feminista pone en cuestionamiento un modelo que está al servicio del 1% de la población mundial; un modelo que promueve el expolio de los recursos naturales, que viola los derechos humanos y ataca a la vida. Esto hace que no se limite solo a la mera cooperación, sino que interpela a la política exterior en su conjunto. Plantea aprender de los saberes de otros lugares del mundo, reconocer que hay otras formas de desarrollo más allá de las hegemónicas. Entiende que no existe un único feminismo, sino que son muchos y diversos, y que hay muchas formas de entender la participación de las mujeres y su empoderamiento. Además, defiende la solidaridad y la sororidad como alternativas para responder a las opresiones a las que el sistema capitalista somete a las poblaciones de todo el mundo. Y algo muy importante: apuesta por decolonizar el pensamiento y las intervenciones de la cooperación desde un enfoque interseccional, es decir, que incluye las múltiples opresiones a las que se somete a las poblaciones en todo el mundo.

En lo que tiene que ver con la construcción de las políticas, la cooperación feminista recuerda que es necesario garantizar espacios para la participación de las personas con quienes trabajamos en otros países; deben ser reconocidas como sujetos políticos de derechos. Por otra parte, en contextos como los actuales, en los que las democracias sufren restricciones de manera generalizada, es determinante garantizar espacios para la participación de la sociedad civil.

El enfoque feminista no se limita a la mera cooperación, sino que interpela a la política exterior en su conjunto

 

P. ¿De dónde proviene este enfoque y por qué se apuesta por ello en este momento?

R. Se trata de un enfoque con un largo recorrido que bebe de múltiples y diversas aportaciones. Y es ahí, precisamente, donde reside su riqueza y su enorme capacidad para generar cambios. En el camino hemos construido junto las hermanas africanas, asiáticas, latinoamericanas; hemos prendido de los pueblos originarios, de mujeres que defienden la tierra frente a los expolios, de las que cuidan a nuestros ancianos y ancianas, de las compañeras racializadas, de quienes apuestan por la economía feminista… Una suma inmensa de saberes y vivencias que se unen para defender la vida, nuestros entornos y los derechos humanos de las personas, independientemente de su sexo, género, edad, procedencia o identidad.

Dicho esto, ¿qué nos jugamos en este momento el ámbito de la cooperación? Nos encontramos en un momento en el que tenemos la oportunidad de situarnos realmente a la altura de los desafíos actuales, ¡que no son pocos! El tipo de cooperación que nazca de esta reforma debería tener como eje central los derechos humanos y el desarrollo sostenible. Tal como explicábamos antes, el enfoque feminista cuestiona el modelo hegemónico desde la raíz, por eso, garantizar el enfoque feminista es esencial para asegurar que la cooperación es realmente transformadora. Las viejas fórmulas ya no sirven.

La política feminista, si es transformadora, no puede seguir reproduciendo las violencias coloniales y racistas que llegan como “ayudas”. Yuderky Espinoza Miñoso.

 

P. ¿Qué consecuencias tiene este enfoque sobre el trabajo de las ONG de Desarrollo?

R. En primer lugar, supone tener que revisarnos y eso nos hace ser conscientes de aquello que debe cambiar. Una de las principales dificultades con las que nos encontramos es superar el enfoque de género en desarrollo que, aunque es útil, resulta clara insuficiente para abordar los complejos retos actuales a los que hemos hecho referencia: racismo, explotación de la naturaleza, desigualdades… Pero también nos lleva a poner el foco en las relaciones de poder que establecemos con las organizaciones feministas de otros países o del Estado español. Nos lleva a revisar el trabajo que hacemos en relación con los derechos de las mujeres, las personas migradas, la población racializada, etc.

Es necesario promover políticas de paz, de respeto a los derechos humanos, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

 

P. ¿Qué consecuencias tiene sobre las actuaciones del Gobierno?

La filósofa dominicana Yuderky Espinoza Miñoso lo explica de forma muy clara. Ella dice que la política feminista, si es transformadora, no puede seguir reproduciendo las violencias coloniales y racistas que llegan como “ayudas”. Es decir, en primer lugar, el Gobierno debe garantizar que su política de cooperación responde a este enfoque que, insistimos, es realmente transformador. Y, en segundo lugar, el Gobierno debe asegurar que su política exterior también se ve empapada por esta propuesta; y esto pasa necesariamente por promover políticas de paz, de respeto a los derechos humanos, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, de control a las actuaciones de las empresas fuera de España; supone garantizar derechos de las mujeres en situaciones más extremas, como las empleadas del hogar o las migrantes; significa no contaminar el medioambiente y asumir sus responsabilidades; implica la aprobación de leyes que garanticen de manera específica los derechos de las mujeres, en su diversidad.

P. En estos momentos nos encontramos en pleno proceso de reforma del sistema de cooperación. ¿Qué papel debe jugar el enfoque feminista en esta reforma?

R. De nuevo es importante recordar que no se trata solo de la política de cooperación, sino de la política exterior en su conjunto. Pero pongamos el foco en la cooperación. Por supuesto, esperamos contar con una nueva Ley que sea realmente feminista, con todo lo que eso significa. Además, esperamos contar también con una nueva estrategia de cooperación feminista que llegue también a la cooperación descentralizada. Es importante recordar que nada de esto podrá realizarse sin fondos específicos suficientes ni estructuras que cuenten con el conocimiento necesario para llevarlo a cabo. El personal especializado en los distintos espacios de la Administración debe ser una cuestión central para esa nueva cooperación. Y, evidentemente, será también necesario contar con evaluaciones que permitan determinar si lo que se vaya realizando responde realmente a los objetivos del enfoque feminista.

Apostar por una cooperación feminista contribuirá a garantizar derechos de manera universal, especialmente en un contexto en el que los movimientos fundamentalistas y coercitivos van ganando espacio. Es muy importante mantener la atención de forma permanente para que no se produzca ningún retroceso en materia de derechos y capacidades de actuación de las mujeres en ningún lugar del mundo. Y, en este sentido, la cooperación feminista, construida con los diversos saberes de las mujeres de todo el planeta, tiene mucho que aportar. Esperamos que el Gobierno no se olvide de ello.

 

 

 

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