La tensión que se vive en Ucrania hace temer una guerra que, como todas, tendrá graves consecuencias en la vida de la población civil. Aún estamos a tiempo de frenar esta deriva. Los actores directamente implicados, Rusia y la OTAN, deben tomar las medidas necesarias para reducir la tensión y garantizar el diálogo. La comunidad internacional, incluida España, debe contribuir a allanar el camino para la paz.
Los derechos humanos y la seguridad de las personas deben situarse en el centro de cualquier propuesta que se realice. También debe garantizarse la actividad de las agencias de Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias que trabajan desde hace tiempo con la población local. Como recuerda el Movimiento por la Paz “toda acción unilateral que se realice al margen del ámbito institucional y normativo de los Organismos Internacionales supone una fisura del Derecho Internacional, carece de legitimidad compartida y conduce, por tanto, a una escalada del conflicto militar”.
El Gobierno español, por su parte, debe asumir un rol activo en la defensa de la vía diplomática y la respuesta no violenta. En este momento, es urgente impulsar cualquier medida que reduzca tensiones y garantice la paz en la zona.
El contexto en el que se desarrolla este conflicto es muy complejo. Tal como señala el Centre Delás “es de una enorme complejidad y merece ser analizado con serenidad y responsabilidad teniendo en cuenta todos los aspectos políticos, históricos, económicos, entre muchos otros culturales, sociales, sin olvidar, evidentemente, el rol que la seguridad energética puede jugar en el futuro de la región”. La complejidad es enorme, pero el riesgo de que la situación derive en una guerra debe llevar a todas las partes implicadas a contribuir a que la situación no empeore aún más.
No a la guerra, sí a la diplomàcia