Tras años de intercambio de reflexiones y construcción de demandas conjuntas, tenemos claro que la apuesta es por un voluntariado transformador, un voluntariado que sueña y construye ciudadanía global. ¿Qué significa esto? Veamos.

En primer lugar, asumimos que el voluntariado es el humus del nuevo sistema de cooperación (en estos momentos vivimos la reforma del sistema de cooperación y  la propuesta que han elaborado las socias de La Coordinadora deja muy claro el papel de las personas voluntarias). El activismo social debe ponerse en el centro. ¿Qué significa ese “activismo social”? Frente a otras propuestas, en este caso se trata de un modelo donde la persona voluntaria parte de un propósito de transformación social, que más allá de las actividades concretas que realiza, contribuye a generar cambios en defensa de los derechos humanos. Este activismo enfatiza, además, en el protagonismo de quienes están viendo sus derechos vulnerados. Es necesario que las organizaciones se abran y ofrezcan canales de acción y difusión que recojan esa perspectiva.

 

Derechos y feminismos, piezas esenciales

En segundo elemento irrenunciable en ese modo de hacer y ser es entender el voluntariado como un ejercicio de derechos. La acción voluntaria es un derecho más que, junto al de asociación, promueve el resto de derechos humanos y nos fortalece como sociedad. Además, queremos dar un paso más allá. La promoción de una ciudadanía comprometida con ese marco solo puede darse desde un enfoque feminista e interseccional, que profundice en las causas y en las respuestas de las desigualdades. El voluntariado así entendido escucha diversidad de voces de otros lugares, analiza las discriminaciones múltiples que sufren las personas, supera las miradas racistas-colonialistas, entiende a las personas como sujetos activos de sus propias vidas, etc.

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Por otra parte, es importante subrayar la relación entre cooperación y voluntariado. Esta es una de las expresiones más genuinas del sector, porque remite a la motivación y compromiso originales que nos mueve juntas por la justicia global, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

La pandemia nos ha demostrado esto de manera muy clara: el compromiso con la humanidad se ha evidenciado en expresiones de máxima solidaridad de colectivos sanitarios, educativos, de la asistencia social… pero también desde los barrios en los que se han tejido redes de apoyo, en muchos casos, protagonizadas por mujeres. Esta realidad, sin embargo, no ha venido apoyada, ni nacional ni internacionalmente, por marcos legales que faciliten y protejan la colaboración voluntaria en situaciones de emergencia –una legislación que evitaría que estas actuaciones puedan ser penalizadas–.

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El impacto de la pandemia en todo el mundo es enorme. Las consecuencias ya afectan especialmente a millones de personas que vivían en situaciones extremas. Los efectos reales a largo plazo están aún por evidenciarse, pero existe sin duda un gran reto global que exige una participación ciudadana organizada.

Compromiso real con medidas concretas

En el contexto actual de reforma del sistema de cooperación es crucial contar con el compromiso de las instituciones públicas, que deben aprobar legislaciones y medidas garantistas. Una de las cuestiones más preocupantes sobre la que deben tomar decisiones es la evidente reducción del espacio humanitario. Es urgente contar con medidas firmes que garanticen la seguridad y la calidad de la acción voluntaria en el exterior y eso pasa, necesariamente, por leyes y reglamentos coherentes, como son los visados o permisos de trabajo en origen.

En el Día del voluntariado, reclamamos leyes que ofrezcan un marco jurídico que fomente y proteja la actividad voluntaria en el ámbito local e internacional: una futura Ley de cooperación, una Ley de voluntariado, normas estatales y autonómicas. Es necesario fomentar el reconocimiento y apoyo del voluntariado  con un marco normativo propio que permita desarrollar todo el potencial de esta “escuela de participación ciudadana”. Apoyar al voluntariado en nuestros barrios y más allá de nuestras fronteras forma parte de la promoción de una sociedad civil comprometida con el fomento de valores democráticos y la búsqueda del bien común. Estas cuestiones son determinantes para garantizar un voluntariado que sea realmente el humus de una cooperación que transforma el mundo.

 

 

 

 

 

 

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