A principios de marzo una pandemia sin precedentes en el siglo XXI se colaba en países de todo el mundo. El sistema sanitario estaba en jaque y los confinamientos domiciliarios fueron la norma a seguir para frenar la expansión del virus. En una cuarentena que supuso un beneficio general, muchas mujeres se encontraron solas, o con niños y niñas, encerradas con su agresor.
Los datos hablan por sí solos. Una investigación transfronteriza en 19 países de América Latina y el Caribe sobre la violencia contra las mujeres por razones de género durante la cuarentena por la COVID-19, demuestra el aumento alarmante de este tipo de violencia. Entre marzo y junio de 2020 en 19 países de América Latina se produjeron 1.409 feminicidios, 240.809 denuncias y más de 1,2 millones de llamadas a alguna de las líneas nacionales o líneas telefónicas habilitadas para reportar algún tipo de violencia contra la mujer.
Perú ha sido uno de esos 19 países donde se ha experimentado un incremento en casos de violencia de género. “Las víctimas han visto reducido o anulado su acceso a espacios seguros, como pueden ser las aulas, las organizaciones de mujeres y los espacios de atención a la violencia de género”, asegura Mimi Cuq, trabajadora de Entreculturas en Perú. En esta entrevista realizada con motivo del 25 de noviembre, Día Internacional contra las Violencias de Género, Cuq aterriza estos datos y los personaliza en un país donde cada dos horas desaparece una mujer.
Las víctimas de abusos y violencia de género en Perú cuentan con un número telefónico: la Línea 100. Según las estadísticas, este servicio recibió más de 12.000 llamadas al mes. Tras el confinamiento producido por la pandemia las llamadas aumentaron hasta un 43,2%. ¿Qué mecanismos y herramientas se han puesto en marcha desde las organizaciones para luchar contra la violencia de género?
La lucha contra la violencia de género es una prioridad de la cooperación española e internacional en Perú. Se han puesto en marcha varias estrategias para luchar contra la violencia de género, que se han ido adecuando a las condiciones impuestas por la pandemia del COVID-19. Desde la sensibilización a través de campañas y acciones públicas sobre patrones patriarcales y servicios de atención, prevención y protección, hasta el fortalecimiento de organizaciones de mujeres con formación y asesorías con un enfoque multisectorial.
La educación debe promover, desde muy temprana edad, nuevos modelos femeninos y masculinos construidos desde la equidad, y no desde la cultura patriarcal dominante
Además del trabajo con diferentes instancias del Ministerio de la Mujer y del sistema de justicia, los actores de la cooperación española promueven un trabajo cercano con las organizaciones feministas nacionales. Este es el caso de Entreculturas que, de la mano de instituciones educativas públicas de la red de Fe y Alegría, acompaña en el proceso de transversalización del enfoque de equidad de género en las propuestas pedagógicas y de gestión. Una transversalización que permite erradicar estereotipos de género y patrones culturales discriminadores.
En la actualidad Entreculturas tiene en Perú varios proyectos con escuelas rurales sobre prevención de la violencia de género con niñas, así como programas para adolescentes en zonas vulnerables. ¿Cuáles son las estrategias que se utilizan para trabajar la violencia de género con niñas y adolescentes?
En Entreculturas acompañamos a nuestras contrapartes peruanas en la promoción y educación para la equidad de género, con diferentes acciones y estrategias que permiten visibilizar las desigualdades y las discriminaciones que sufren las niñas, adolescentes y mujeres.
Desde hace varios años, Fe y Alegría Perú participa en nuestro Programa “Luz de las Niñas”, que desarrollamos en varios países. Es una propuestas que busca promover la identificación y reconocimiento de las violencias basadas en género, favorecer procesos de deconstrucción desde el empoderamiento de las niñas y adolescentes participantes, así como articular con diferentes actores y titulares de obligación para la atención y protección oportuna.
Entre marzo y junio de 2020 en 19 países de América Latina se produjeron 1.409 feminicidios, 240.809 denuncias y más de 1,2 millones de llamadas para reportar algún tipo de violencia contra la mujer
También desarrollamos un programa con las instituciones de la Red Encuentro – SJS (Servicio Jesuita a la Solidaridad) que tiene como objetivos mejorar la convivencia entre adolescentes en riesgo y la prevención de la violencia juvenil, con especial énfasis en la violencia de género. En el marco de esta intervención, se está implementando en este último trimestre del año, y en articulación con la Campaña nacional del 25N , una acción interregional para la prevención de la violencia de género entre adolescentes con acciones de sensibilización, información y orientación, para generar procesos de reflexión, cambio de actitud y comportamiento en adolescentes y en sus entornos.
Entre enero y agosto de este año, la Defensoría del Pueblo de Perú ha registrado 78 feminicidios y 3.568 desapariciones de mujeres. ¿Cómo debería cambiar la educación para darle la vuelta a estos datos?
La educación debe promover, desde muy temprana edad, nuevos modelos femeninos y masculinos construidos desde la equidad, y no desde la cultura patriarcal dominante. Eso supone un trabajo integral con docentes, con familias y por supuesto con niños y niñas. Debe resultar natural que niños y niñas desarrollen tareas similares y construyan proyectos de vida de acuerdo a sus gustos y habilidades personales, no siguiendo modelos impuestos por su género.
La educación debe también promover, en todo momento, una mirada crítica sobre el contexto, la reflexión y el análisis para la construcción de propuestas para la transformación. Nuestras contrapartes en Perú, Fe y Alegría y las instituciones de la Red Encuentro – SJS, comparten un enfoque de educación popular, tanto para la educación formal como para la promoción social, que parte del análisis del contexto y busca su transformación para el bien común desde el empoderamiento de los sujetos.
¿La situación de pandemia puede generar un contexto adecuado para aumentar la conciencia para detectar y denunciar las violencias de género?
Las medidas de confinamiento han incrementado los casos de violencias de género. Las víctimas han visto reducido o anulado su acceso a espacios seguros, como pueden ser las aulas de clases, las organizaciones de mujeres, los espacios de atención a la violencia de género. Se han visto, por tanto, también con una exposición continua a sus agresores. La crisis económica, producto de la crisis sanitaria, además de la sobrecarga de tareas de las mujeres con el acompañamiento a la educación virtual de sus hijos/as y nuevas tareas de cuidado, han sido otros factores que han empeorado los niveles de violencia y vulnerabilidad de muchas mujeres, jóvenes y niñas.
En estas circunstancias, hay muchas mujeres que, por el confinamiento, la pérdida de ingresos económicos familiares, además de las grandes brechas de acceso a internet, han tenido posibilidades limitadas de comunicarse con instancias de apoyo y protección. Y eso a pesar del esfuerzo del Estado y de muchas organizaciones para fortalecer y adaptar los sistemas de ayuda y soporte como la línea 100 y los centros de emergencia mujer.
Este ha sido, por ejemplo, el caso para las niñas y mujeres de la red educativa rural de Fe y Alegría en Quispicanchi, en Cusco. El no asistir presencialmente a las clases y a reuniones de la escuela ha hecho más difícil mantener procesos de sensibilización y atención en una zona rural con grandes dificultades de conectividad. El riesgo, para las niñas y sus madres, de sufrir violencia intra-familiar, embarazos adolescentes o deserción del sistema educativa se ha incrementado muy significativamente con el año académico virtual a causa de la pandemia.
En un futuro mundo post-covid, ¿cuáles son los retos a los que se enfrentan los movimientos feministas y organizaciones que trabajan en la prevención de violencias machistas?
Hay muchos retos: la cultura machista patriarcal, la re-victimización de las mujeres por parte de los operadores de justicia y medios de comunicación, implementación del Plan Nacional contra la Violencia de Género, fuertes influencias de colectivos conservadores contra el enfoque de género en las políticas educativas y de salud pública en particular. En realidad, son retos a los que ya le hacíamos frente antes de la COVID.
Las víctimas han visto reducido o anulado su acceso a espacios seguros, como pueden ser las aulas de clases, las organizaciones de mujeres, los espacios de atención a la violencia de género
Ahora, la pandemia y sus secuelas, como la crisis económica, añaden nuevos retos para los movimientos feministas y organizaciones comprometidas con la prevención de violencias machistas. El incremento de las violencias machistas en las redes sociales, sobre todo hacia jóvenes, es uno de esos retos; otro es la profundización de brechas de género en varios aspectos como la distribución de tareas de cuidado, la conectividad, la participación en espacios públicos, el acceso laboral y niveles salariales, el acceso a la propiedad. En un escenario de precarización económica que puede prolongarse, las mujeres son las más vulnerables ya que sus condiciones pre-pandemia eran también las más desfavorables en cuanto a niveles de ingresos, informalidad, acceso a propiedad, además del triple rol que asumen las mujeres más pobres en medio rural: rol productivo, reproductivo y comunitario.
A nivel educativo, se teme que las cifras de embarazos adolescentes, muchos de ellos productos de violencia intrafamiliar, se incrementen significativamente por las medidas de confinamiento y la educación virtual durante todo el año académico 2020. Además de los niveles de deserción educativa, agravados en caso de poblaciones rurales e indígenas que han tenido poco o nada de acceso a las plataformas virtuales.
Las medidas sanitarias frente a la pandemia han significado fuertes retrocesos en varios indicadores sociales, sobre todo para las poblaciones más vulnerables. Se requerirán varios años para recuperar el nivel pre-pandemia, que tampoco era satisfactorio.
¿La situación actual de convulsión política que vive Perú ha afectado a un aumento de las violencias de género y de qué manera?
La reciente crisis política en el Perú, hace menos de dos semanas, y las grandes movilizaciones violentamente reprimidas por la policía, han visibilizado nuevamente la mayor vulnerabilidad de las mujeres con el reporte de, al menos, una agresión sexual a una manifestante por parte de policías. Las investigaciones que se han abierto sobre la respuesta policial a las manifestaciones nos dirán si ha habido más casos de violencia de género.
Es también fundamental vigilar e incidir, con el nuevo Gobierno a cargo, para que la agenda contra la violencia de género no desaparezca en medio de tantas urgencias sanitarias, económicas y políticas, la agenda para una real equidad de género y por los derechos de las mujeres debe ser una prioridad real para el Gobierno peruano.