La pandemia que enfrentamos como sociedad hace visible -y empeora- lo que siempre estuvo ahí: las enormes desigualdades que afectan a la vida de millones de personas en todo el mundo.

La COVID-19 ha sacado a la luz la gran desigualdad existente entre países y dentro de los propios países. Ha puesto sobre la mesa las frágiles redes de protección social y la limitación de las políticas públicas.

Si algo ha demostrado esta pandemia es que las personas estamos interconectadas y que lo que pasa en otro lugar del mundo nos afecta directamente; igual que lo que ocurre en nuestro entorno también tiene consecuencias para otras personas. La COVID-19 ha intensificado las desigualdades y ha afectado a las comunidades en situación de mayor vulnerabilidad. Ha aumentado significativamente el desempleo mundial y ha recortado drásticamente los ingresos en los hogares. Sus consecuencias han afectado especialmente a las mujeres, quienes asumen puestos de trabajo más precarios y centrados en los cuidados –ahora esenciales. Las mujeres constituyen el 75% de la población activa mundial, ganan solo el 10% de los ingresos mundiales y poseen menos del 1% de la propiedad. Naciones Unidas ya ha alertado: “La profunda recesión económica que acompañe a la pandemia probablemente tenga un rostro claramente femenino”.

La desigualdad extrema está configurando un modelo de sociedad al servicio del 1% y es un factor de degradación y captura de la democracia. Las desigualdades también han aumentado para las poblaciones vulnerables en los países con sistemas sanitarios más deficientes y en aquellos que enfrentan crisis humanitarias. Las personas refugiadas y migrantes, los pueblos indígenas y originarios, las personas mayores, las personas con discapacidad y menores de edad se encuentran especialmente en riesgo de ser excluidas.

En España, la pandemia ha hecho que volvamos a las cifras del peor momento de la última crisis. Los retos para mejorar nuestro modelo social que plantea el reciente Informe Foessa, inciden en aislar el debate sobre la salud pública de la crispación del clima político; revisar la atención a la dependencia; poner en valor los cuidados; consolidar el ingreso mínimo vital; y acometer una reforma fiscal en profundidad.

La cuestión reside en saber si es posible frenar esta tendencia. ¿Qué tipo de políticas deben asumirse para garantizar la protección social, el trabajo decente, los sistemas públicos de salud? ¿Qué medidas nacionales e internacionales deben ponerse en marcha para frenar el crecimiento de las desigualdades en nuestros países y en todo el mundo? Estas y otras preguntas serán debatidas en este encuentro de la mano de Jason Hickel.

PONENTE:
Jason Hickel. Antropólogo y economista, miembro del International Inequalities Institute de la London School of Economics y profesor titular en Goldsmiths, de la Universidad de Londres.

 


Esta actividad forma parte del Ciclo de conferencias, Transformar nuestro mundo. Propuestas para nuevos tiempos . Un  ciclo que gira  en torno de las oportunidades que existen para avanzar en la construcción de otros modelos de sociedades y las relaciones entre los pueblos. La construcción colectiva de alternativas ya es un hecho y se ha convertido en una herramienta fundamental para hacer frente a los relatos dominantes que nos imponen un único camino. Ahora, con estos encuentros, retomamos el recorrido iniciado por Diálogos 2030, para seguir tejiendo y transformando nuestro mundo.

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