Millones de jóvenes en todo el mundo vuelven a alzar la voz: la situación es insostenible, el planeta está al borde del colapso.En los últimos meses, nuestro mundo ha experimentado un cambio sin precedentes. La pandemia de la COVID-19 ha hecho tambalear los cimientos de nuestro sistema. Se han evidenciado las debilidades y contradicciones de una economía depredadora que se encuentra al límite del colapso; de un sistema neoliberal que precariza los servicios públicos y crea grandes desigualdades; de un sistema patriarcal que infravalora e invisibiliza los trabajos de cuidados necesarios para la vida; de una globalización que se sostiene sobre la explotación del territorio y las personas, que globaliza también la catástrofe, en forma de pandemia, de cambio climático o de inestabilidad económica, e incrementa la vulnerabilidad en todo el mundo . El virus no es causa, sino consecuencia de una crisis sistémica profunda, y supone un cambio de paradigma que apenas empezamos a comprender.
Necesitamos abandonar un sistema que descarta a las personas y destruye el planeta, y caminar hacia la justicia social y climática para poner en el centro los colectivos más vulnerables y garantizar el derecho a una vida digna.
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La Coordinadora ha presentado enmiendas a la Ley de Cambio Climático y Transición Enérgetica. Es urgente que la ley incluya una dimensión internacional. Nuestro país se sigue incentivando el cambio climático fuera de nuestras fronteras con la apertura de mercados a la economía fósil y anticlimática, con inversiones energéticas y de transporte, con la importación de productos que generan emisiones. Estas acciones, en muchas ocasiones, vienen apoyadas por inadecuados incentivos económicos y de política. Todo esto es incompatible con el cumplimiento del acuerdo de París y la implementación de la Agenda 2030, tal y ha recordado en numerosas ocasiones la Agencia Internacional de la Energía.
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