La bomba de relojería ha estallado. En la madrugada del 9 de septiembre se produjo un incendio en el campamento de personas refugiadas en Moria, en la isla griega de Lesbos. Desde hace meses, diversas organizaciones habían alertado del peligro que podría suponer el fuego en el asentamiento humanitario en el que vivían hacinadas y en pésimas condiciones 13.000 personas. Un campo que, originalmente, tenía capacidad para albergar a tan solo 3.000 personas. Según un comunicado difundido por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), cerca del 80% del centro ha resultado destruido.
El horror vivido en Moria es consecuencia de años de una respuesta equivocada de la UE y de sus Estados miembros a la llegada de personas que huían del conflicto y la persecución. La defensa de los derechos humanos y la solidaridad entre países, valores fundacionales de la Unión Europea, se están desintegrando a marchas forzadas.
El acuerdo migratorio firmado en 2016 entre Bruselas y Estambul redujo drásticamente las llegadas a las islas. Desde entonces, miles de personas quedaron varadas en campos como Moria. El centro -controlado por las autoridades griegas y donde rara vez se permite la entrada a la prensa- acumula una interminable lista de duras denuncias hechas por organizaciones de defensa de los derechos humanos. Los informes han descrito una y otra vez condiciones de insalubridad y hacinamiento.
La Coordinadora insiste en que es el momento de cumplir con los compromisos que los países de la UE adoptaron en 2017, con los acuerdos humanitarios y reubicar urgentemente a lugares seguros en toda Europa a quienes se han quedado sin nada en Moria, así como a todas las personas que buscan asilo desde los campos de personas refugiadas de las islas griegas.
Hacemos un llamamiento también a las autoridades griegas para defender y proteger los derechos fundamentales de todas las personas mientras dure el estado de emergencia decretado tras el incendio.
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