Si algo ha demostrado la pandemia es que el efecto mariposa está más vigente que nunca. A estas alturas, no debería caber ya ninguna duda: miles de conexiones nos unen a lo que sucede en otros lugares del mundo. Lo que ahora es tan evidente, hace tiempo que está en el ADN de muchos pueblos y ciudades de nuestro país. Corrían los años 80 cuando localidades del país vasco, manchegas, gallegas o aragonesas comenzaron a tejer lazos con pueblos de Centroamérica. Más tarde, en los 90, se volcaron con la crisis de los Grandes Lagos en un abrazo solidario hacia esta región del continente africano.

La llamada cooperación descentralizada nacía de manera visionaria: la solidaridad internacional ofrecía respuestas a problemas que no sabían de fronteras.

Más de 30 años después, el compromiso ciudadano continúa creciendo. Los datos del reciente Informe del Sector de las ONGD 2019 demuestran que el apoyo ciudadano ha aumentado en los últimos años, tanto en apoyo económico como en voluntariado. Según el último Eurobarómetro, la población española es la segunda que más apoya a la cooperación en Europa. Todo ello demuestra que la solidaridad entre los pueblos muy a menudo está por encima de las decisiones de gobiernos que no siempre responden a su altura.

Más allá de fotografías generales, hemos querido analizar con detalle la inversión de las administraciones autonómicas en cooperación. Es decir, qué respuesta están dando al compromiso de sus ciudadanos y ciudadanas con la solidaridad internacional y cómo están contribuyendo (o no) a construir un mundo más resiliente, igualitario, justo y sostenible. Fruto de este análisis, presentamos este informe en el que por primera vez utilizamos un criterio homogéneo para su contabilización[1].

El análisis revisa los datos presupuestados para 2020 y los compara con los datos históricos de 2015 y de 2007. En el caso de 2020, conviene tomar las cifras con cautela puesto que aún no sabemos el impacto que tendrá sobre los presupuestos las medidas que se adopten para atender a la emergencia sanitaria y social causada por la pandemia. Por otra parte, antes de entrar en detalle, debemos señalar que los criterios de contabilización de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) por parte de las administraciones no son homogéneos. Esto, junto a la dificultad para obtener datos de forma transparente y coherente, condiciona el proceso de estudio.

Los datos con los que contamos demuestran que las comunidades autónomas continúan muy lejos de su compromiso de alcanzar el 0,7% para AOD. Si extendemos la mirada hacia la última década observamos que, tras años de recortes acumulados, en 2015 comenzaba cierta recuperación. Desde entonces, se ha mejorado, pero aún se está muy lejos del mejor dato de la serie histórica, que alcanzó un monto de 464.7 millones de euros, en 2008.

En estos momentos, no sabemos cómo continuará esa senda o si los gobiernos autonómicos mantendrán su compromiso con los países empobrecidos y las personas en situación de mayor vulnerabilidad. Aún no conocemos la situación real de los montos de AOD, las convocatorias o cómo se verán afectadas por la crisis que estamos viviendo. No tener claridad en este sentido pone en riesgo lo avanzado y, sobre todo, pone en riesgo el apoyo que desde nuestros pueblos y ciudades podemos ofrecer a quienes más están sufriendo los efectos de la pandemia.

El efecto (y las soluciones) mariposa

Las consecuencias de la crisis global que estamos viviendo están siendo y serán especialmente graves para quienes ya vivían crisis crónicas. El enorme golpe sufrido en todo el planeta demuestra que el sistema que lo rige hace aguas por todos los lados. En este contexto, las ONG de Desarrollo continúan atendiendo las necesidades habituales y adaptándose a las actuales. Las campañas de vacunación para otras enfermedades, la atención humanitaria en campamentos de personas refugiadas, la asistencia sanitaria o la atención a poblaciones en zona de conflicto son una realidad cotidiana a la que ahora se suman los problemas derivados de la COVID 19.

El evidente efecto mariposa que desencadena los problemas marca también el camino de las soluciones. De igual forma que un aleteo en Asia tiene consecuencias en una ciudad de América Latina, frenaremos la pandemia solo si somos capaces de frenarla en todo el mundo. Por eso es fundamental que se fortalezcan políticas que, como la cooperación, apuestan por este tipo de actuaciones y enfoques. Sin embargo, no hay peor ceguera que la de quien que no quiere ver lo que pasa a su alrededor y tomar decisiones al respecto.

En el corto plazo, es fundamental garantizar que las necesidades de las personas más vulnerables son cubiertas. Una cuestión que exige el refuerzo de la sanidad pública, la protección de los derechos laborales y de vivienda, la garantía de vidas sin violencias e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, el pleno ejercicio de derechos para las personas migrantes… y el refuerzo de la política de cooperación (tanto estatal como autonómica y local).

En un momento de de expansión de los discursos, las iniciativas de educación para la ciudadanía global son fundamentales. Ponerle freno a esta tendencia es determinante para fortalecer sociedades democráticas. La cooperación desde nuestros ayuntamientos y comunidades autónomas tiene mucho que aportar en este sentido.

Nadie esperaba encontrarse en una situación como la que vivimos. Nadie dijo que fuera fácil. Pero de nuevo, una vez más, los pueblos han tejido redes de apoyo que están sosteniendo la vida en un momento de extrema fragilidad. Gentes que no saben de nombres, procedencias o países.

El virus no sabe de fronteras, la solidaridad tampoco.

La capacidad de resiliencia y de adaptación a las circunstancias están dando enormes lecciones de vida de las que deberían aprender las administraciones. Las entidades sociales y la administración pública deben tomar nota y hacer suyos la flexibilidad y el apoyo mutuo que vemos en nuestros barrios.

Si, como últimamente se repite de manera constante, no queremos dejar a nadie atrás, tenemos que aceptar lo que vemos y apostar por aquellas políticas que protejan más a quien más lo necesita. La cooperación al desarrollo es una de ellas: una política social imprescindible en un momento en el que actuar en otros lugares del mundo significa actuar también en nuestras ciudades y barrios. La ruta está marcada, ahora hay que hacer el camino y desencadenar con el aleteo de las mariposas la fuerza de la solidaridad.


[1] Hasta el año 2017, los criterios para contabilizar la AOD descentralizada  variaban de una comunidad a otra. Se calculaban las cantidades según diferentes referencias (presupuestos de gasto, de ingresos propios, combinaciones de distintas partidas, etc.); esto dificultaba la obtención de datos comparables, fiables y homogéneos en cuanto a su composición. Por ello, la Red de Coordinadoras Autonómicas de ONGD adoptó unos criterios homogéneos para incidir a su vez en la homogeneización de estos criterios en sus administraciones locales.

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