Dos ejemplos de las consecuencias de este modelo los encontramos en la producción del café y el cacao convencionales. Ambos comparten características similares: por un lado, se trata de negocios millonarios. El café genera al año 200.000 millones de dólares mientras que la industria del chocolate factura unos 103.000 millones de dólares, con un crecimiento anual de un 7%. Sus cadenas de producción tienen múltiples intermediarios, aunque el mayor valor añadido se genera en los últimos eslabones, los que se realizan en los países del Norte, mientras que en la base de ambos se encuentran millones de personas de América Latina y África, principalmente. En el caso del café se calcula que lo cultivan 25 millones de personas mientras que en el cacao son entre 5 y 6 millones aunque unos 50 millones viven de la producción de cacao.

Los impactos medioambientales y sociales de este sistema agrícola convencional han quedado recogidos en los informes “Café: historia de un éxito que esconde una crisis” y “Hacia la sostenibilidad de las cadenas de suministro de cacao”, editados al castellano por CECJ recientemente.

El caso del café

El café requiere unas condiciones muy particulares, por ello su cultivo está especialmente amenazado por la crisis climática. Desde hace algunos años, la producción, particularmente de arábica, sufre el impacto de los efectos del cambio climático: el incremento de temperaturas y la alteración de los regímenes de lluvia generan incertidumbre en cuanto a los rendimientos de las cosechas y dificultad para mantener la calidad de la producción y provocan el desarrollo de plagas y enfermedades. Las previsiones, además, no parecen alentadoras: de aquí a 2050 la temperatura podría aumentar en las principales zonas de plantación, con incrementos de lluvias y temporadas secas cada vez más áridas.

Paralelamente se prevé que en este mismo periodo el consumo de café aumente debido a los cambios de hábitos y al desarrollo de economías emergentes. Para satisfacer la nueva demanda, se debería multiplicar por 2’5 la superficie disponible para las plantaciones, lo que incrementaría los efectos negativos que ya se están constatando. Por ejemplo, la creciente expansión de la producción de café y la tendencia a modernizar las explotaciones están generando un gran impacto en la deforestación. Se trata de uno de los efectos más graves asociados a la producción cafetalera convencional. Con el fin de extender los cultivos y aumentar la producción a corto plazo, se aumenta la tala de árboles de sombra. Ello provoca la erosión del suelo, disminuye la regulación climática y dificulta el mantenimiento de la fertilidad y de la humedad de los suelos y la pérdida de diversidad. Además, este tipo de modelos de agronegocio se orientan hacia sistemas de monocultivo del café sin sombra que generan mayores rendimientos por hectárea en el corto plazo, pero que requieren un uso elevado de productos químicos de síntesis, aumenta los costes de producción y sustituyen las prácticas tradicionales. Se trata de un modelo que, además de los impactos medioambientales, reduce los ingresos para los productores y productoras, que ya viven en la pobreza.

El modelo que desarrolla el Comercio Justo se basa en pequeñas plantaciones cultivadas por familias o pequeños grupos productivos, con diversidad de cultivos (para consumo propio o venta local) y a través de técnicas agrícolas tradicionales (mantenimiento de árboles de sombra, uso de abonos naturales, no utilización de químicos…) más cuidadosas con el entorno natural.

En este sentido, el informe “Café: historia de un éxito que esconde una crisis” concluye que los modelos productivos que combinan el Comercio Justo y la agricultura orgánica favorecen la conservación de los modelos agroforestales tradicionales y, por tanto, frenan las consecuencias del cambio climático. Además permiten aumentar los ingresos de los productores y productoras. En los tres países analizados de manera pormenorizada (Etiopía, Perú y Colombia) así se ha demostrado.

El caso del cacao

El cacao presenta similitudes respecto al café. Sus árboles necesitan sombra para crecer adecuadamente. De hecho su entorno original era el bosque tropical mesoamericano que proporciona de manera natural árboles de sombra. Sin embargo para habilitar tierra para el cultivo del cacao es necesario eliminar algunos árboles y a menudo se elimina el bosque completo para potenciar un crecimiento más rápido de los árboles y aumentar su rendimiento a corto y medio plazo. Pero cuando los árboles del cacao envejecen, su productividad desciende y se hacen más vulnerables a enfermedades. Además, la pérdida de árboles de sombra y de otras especies disminuye la humedad y fertilidad de la tierra y provoca erosión y alteración de los ciclos de lluvias. A medio plazo, las cosechas se reducen. En estas circunstancias la replantación suele resultar más costosa que hacerlo en otro bosque, por lo que se instaura un modelo en el cual la producción de cacao migra de un bosque a otro, eliminándolos de manera paulatina.

De hecho, el cultivo del cacao constituye una de las principales causas de deforestación, especialmente en Ghana y Costa de Marfil. El área total destinada a la producción de cacao en dichos países pasó de 2’3 millones de hectáreas a 5’8 millones de hectáreas, entre 1990 y 2017. Así Costa de Marfil, principal país productor de cacao, perdió el 80% de sus bosques entre 1960 y 2010. Las zonas del norte de ambos países, que limitan con el Sahel, son ahora especialmente vulnerables a la desertificación debido, entre otros factores, a la destrucción de árboles.

Asimismo, se calcula que la producción mundial de cacao se ha incrementado en un 3% de media al año en las últimas dos décadas, debido al aumento del área cultivada. Desde 1990 la extensión cultivada en Ghana y Costa de Marfil se ha incrementado un 150% entre los dos países.

Las propuestas del movimiento del Comercio Justo

Por todo ello y ante la grave crisis climática, destacamos algunas de las conclusiones recogidas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), y que fueron presentadas por la Organización Mundial del Comercio Justo en la Cumbre del Clima celebrada en diciembre de 2019 en Madrid:

  • Los 3000 millones de personas que viven en zonas rurales y dependen de la agricultura, son quienes sufren de primera mano las consecuencias adversas del calentamiento global.
  • Si no se adoptan medidas, el cambio climático podría reducir el crecimiento de los rendimientos agrícolas mundiales en hasta un 30% para 2050, lo que afectaría a más de 500 millones de pequeños terrenos de cultivo en todo el mundo
  • Las pequeñas organizaciones agrícolas constituyen la base esencial de la alimentación mundial: en Asia y en el África subsahariana proporcionan hasta el 80% del suministro de alimentos.

Por ello, el movimiento del Comercio Justo demandamos la necesidad de que los agricultores y agricultoras a pequeña escala formen parte de la solución a la crisis climática y se les tenga en cuenta como partes interesadas a la hora de elaborar las políticas nacionales e internacionales de acción climática. Los agricultores y agricultoras a pequeña escala no sólo son los más afectados y vulnerables al cambio climático, sino que también son quienes tienen los conocimientos y experiencia tradicionales en agricultura. Sus aportaciones y propuestas deben ser escuchadas.

Además, las organizaciones de Comercio Justo también hacemos un llamamiento al consumo responsable. Por un lado, a la ciudadanía quienes a través de sus elecciones de compra juegan un papel muy importante. Pero por otro lado, instamos las administraciones públicas a que desarrollen distintas políticas de apoyo al consumo responsable, a través de la compra pública, programas educativos y otras medidas que contribuyan al consumo y la producción responsables, y por tanto, a la promoción del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 12 como una herramienta eficiente para la transición agroecológica y otras medidas para mitigar los riesgos de la crisis climática.

Las versiones en castellano de los informes “Café: historia de un éxito que esconde una crisis” y “Hacia la sostenibilidad de las cadenas de suministro de cacao” han contado con financiación de la Unión Europea en el marco del proyecto Trade Fair Live Fair.

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