Madrid, 6 de febrero de 2020. – La mutilación genital femenina es causa y consecuencia de una gran desigualdad de género. Esta forma de violencia contra la mujer y violación de los derechos de la infancia no solo implica problemas médicos o impacto emocional en las chicas que lo sufren, también tiene consecuencias sociales como abandono escolar, matrimonios precoces y estigmatización de las mujeres que se niegan a sufrirla.
Al menos 200 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital femenina en 30 países, según UNICEF. Un dato al que se le suma otra cifra preocupante: según la ONU, 4,1 millones de niñas se encuentran en riesgo de sufrir mutilación genital femenina en 2020.
Sin embargo, hay esperanza: cada vez son más las jóvenes que reniegan de esta práctica y se oponen a ella. Según la ONU, los jóvenes de entre 15 y 19 años oriundos de los países donde se practica la mutilación genital femenina son menos propensos a continuarla y a perpetuarla que los adultos de entre 45 y 49 años. Con unión y determinación, los adolescentes pueden conseguir erradicar la mutilación genital femenina y salvar a futuras generaciones.
La mutilación genital femenina está criminalizada en muchos países. Puede suponer hasta cadenas perpetuas en lugares como Kenia, Uganda o Camerún. Sin embargo, las leyes no son suficientes. Al ser cultural y ancestral, para acabar con ella es esencial aliarse con las comunidades que la practican.
Amref lleva desde 2007 trabajando con proyectos anti mutilación genital femenina. Desde entonces, más de 17.000 niñas han evitado el momento de su mutilación genital. Para ello, se involucra a líderes culturales, a ancianos, a cortadoras tradicionales y a los chicos jóvenes. Nuestra lucha contra la ablación se basa en los ritos de paso alternativos, que respetan la cultura de las comunidades eliminando la mutilación genital y luchando contra los matrimonios infantiles.
Además, Amref España ha empezado el año 2020 con un nuevo proyecto de lucha contra la mutilación genital femenina en Etiopía. El proyecto, financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional, se implementa en Afar, una región remota del país donde la ablación tiene una alta prevalencia: el 91% de las mujeres entre 15 y 49 años han sufrido ablación genital.
Los programas de lucha contra la mutilación genital femenina persiguen el ODS 5 (igualdad de género y empoderamiento de la mujer) y demuestran que las comunidades locales son aliadas. Durante la celebración del Día Internacional contra la Mutilación Genital Femenina, necesitamos aumentar su voz, ya que el catalizador del cambio cultural viene de la propia cultura y no de fuera de ella.
Amref cree que las alianzas con la comunidad y con la complicidad de la juventud y los líderes religiosos y políticos se podrá acabar con la mutilación genital femenina en 2030.
Testimonio: Kaiseyie Merin, 13 años – “Conozco mejor mis derechos”
Casi todas las chicas de la comunidad de Kaiseyie habían sufrido la mutilación genital femenina. “Había oído de otras chicas más mayores lo traumático que era”, dice esta adolescente. “Las cortadoras usan la misma cuchilla para varias chicas, lo que puede conllevar infecciones o transmisión de enfermedades como el VIH. También sé que puede afectar al parto, por no hablar del riesgo de muerte por desangrado”.
Reflexionando sobre los riesgos que supone, Kaiseyie ha decidido no someterse a la mutilación genital femenina. “Por fortuna, mis padres estaban de acuerdo”, dice la joven. “Ahora, los líderes ancianos conocen los peligros de la circuncisión femenina. Si los padres aun quieren realizar la mutilación genital femenina a su hija, ésta puede denunciarlo a los ancianos, que hablarán con los padres, les contarán los problemas que conlleva esta práctica y les explicarán que está prohibida por ley.”
Esta adolescente de 13 años también cree que es muy importante sensibilizar a los varones de los peligros de la ablación. “Ahora puedes ver cada vez más chicos protegiendo a sus hermanas de la mutilación genital femenina. Cuando oyen que sus padres aun quieren realizar esta práctica, lo denuncian al consejo de ancianos”, dice Kaiseyie.
Kaiseyie no está preocupada sobre si un hombre se casará con ella o no por no haber sufrido la mutilación genital. “El 80% de los hombres masái apoya el rito de paso alternativo”. Pero su sueño no es casarse, es convertirse en abogada. “Me gustaría luchar por los derechos de los demás.”