El Gobierno que salga de las urnas debe comprometerse a que las políticas económica, migratoria, medioambiental o educativa sean coherentes con los derechos humanos y la protección del planeta
*Artículo de Andrés R. Amayuelas, presidente de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo publicado en Planeta Futuro, El País.
“Cuando gozas de privilegios, tienes que asumir tus responsabilidades. No podemos obviar nuestras obligaciones mientras siga habiendo problemas por resolver en el mundo”, dijo Graça Machel.
Con la campaña electoral a pleno rendimiento, un torrente de declaraciones y gestos atraviesa la actualidad. En la cascada de compromisos hay una política que aparece en un plano secundario. Uno se pregunta por qué en los debates no tiene un mayor protagonismo la política exterior; por qué se diluye el papel de un país que pretende tener presencia destacada en el mundo; dónde se sitúa la responsabilidad ante los problemas que nos afectan como humanidad.
Podríamos pintar un cuadro con personajes en segundo plano y, entonces, la cooperación aparecería en un puesto destacado. Las declaraciones de los dirigentes sobre esta política han sido escasas, a pesar de que la cooperación debería ser la brújula de nuestra acción exterior, si queremos ser un país comprometido con los desafíos mundiales y solidario.
En el relato predominante falta un enfoque que muestre el mundo como un lugar en emergencia del que formamos parte. Nos quedan menos de 12 años para frenar las peores consecuencias del cambio climático. El hambre aumenta por tercer año consecutivo y golpea a 821 millones de personas. La pobreza severa afecta a 1.300 millones. La desigualdad alcanza niveles escandalosos: las 62 personas más ricas del mundo poseen los mismos recursos que la mitad de la población mundial. En 106 países la ciudadanía está en riesgo cuando reclama sus derechos; 321 defensores y defensoras de derechos humanos fueron asesinados en 2018. La desigualdad de género inunda todo el mundo, mientras los feminicidios aumentan. Las pinceladas casi perfilan una de las pinturas negras de Goya.
El tifón Idai, que arrasó la ciudad de Beira en Mozambique, es una metáfora del tiempo que vivimos. «Uno de los lugares más pobres del mundo está pagando el precio del cambio climático provocado sobre todo por el mundo desarrollado”, tal como afirmó la política y activista mozambiqueña Graça Machel.
Una ciudadanía que exige responsabilidad
Hoy conocemos los datos del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) sobre los fondos destinados a cooperación para el desarrollo. España vuelve a ocupar la cola de Europa, con un 0,2% de la Renta Nacional Bruta destinado a cooperación. Son unos fondos escasos que ni siquiera se dedican en su totalidad a cooperación, tal como denuncia reiteradamente el informe AidWatch. En los últimos dos años entre un 10% y un 50% de los fondos de Ayuda Oficial al Desarrollo no se ha destinado a la lucha contra la pobreza y desigualdad en los países más pobres. Las elecciones que se avecinan son una excelente oportunidad para salir del atolladero y definir, con rigor y responsabilidad, el papel que queremos desempeñar en el mundo. Puede que los políticos apenas la mencionen en sus discursos electorales, pero la cooperación es crucial para fomentar los derechos humanos, la sostenibilidad y la paz en el mundo.
La sociedad española lo tiene claro: según los datos del último Eurobarómetro, el 66% de la población considera que la cooperación debería ser una prioridad para el gobierno. Más de 11 millones de personas marcan la X solidaria en su declaración del IRPF para destinar parte de sus impuestos fines de interés social. Y cuando estalla alguna crisis humanitaria, la ciudadanía española ocupa los primeros puestos de solidaridad internacional. ¿Serán los partidos políticos capaces de estar a la altura de lo que les demanda la ciudadana?
El momento es ahora; ya no es posible hacer las cosas como hasta ahora. Estar a la altura de los retos que se nos plantean exige recuperar el consenso sobre la cooperación como política de Estado. Exige iniciar las reformas necesarias para garantizar un marco legal e institucional que responda a los desafíos del siglo XXI de manera efectiva. Es urgente aumentar los fondos destinados a esta política pública e ir incluso más allá del compromiso de alcanzar el 0,4%, asumido a finales de 2017 por todos los partidos; debemos situarnos a la altura de nuestros vecinos europeos y alcanzar el 0,5% como paso intermedio para alcanzar el 0,7%, en 2030. Y en este camino, será necesario darle protagonismo a quien lo merece, es decir: instituciones especializadas —como la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo— e instrumentos que contribuyen de manera efectiva a la mejora de la vida de las personas.
La coherencia es imprescindible
En un lienzo en el que predominan gruesas pinceladas negras, es urgente situar la cooperación al servicio de los derechos humanos, la participación ciudadana y la democracia. El gobierno que salga de las urnas debe comprometerse con la creación de un mecanismo que garantice que todas las políticas de Estado contribuyen al desarrollo; es decir, que la política económica, la migratoria, la medioambiental, la comercial o la educativa son coherentes con los derechos humanos y la protección del planeta. Como humanidad, nos jugamos mucho.
El camino hacia esa otra cooperación no puede perder el horizonte que marca la Agenda 2030, un acuerdo internacional que exige que las palabras vayan acompañadas de los hechos; que marca obligaciones a los gobiernos, tanto en su política interna como en la exterior; y apuesta por un enfoque holístico en un mundo profundamente interconectado. Nada de eso podrá hacerse si no se cuenta con ambición y estructuras al más alto nivel de Gobierno, y sin la participación de la sociedad civil. Confiamos en que el nuevo Ejecutivo lo tenga como eje central de su trabajo.
Vivimos en un mundo en emergencia en el que lo que pasa en un lugar tiene mucho que ver con lo que ocurre en nuestros barrios. Encarar una realidad de estas características exige análisis integrales, acciones coordinadas internacionalmente y respuestas radicales (de raíz). La responsabilidad de todo ello es compartida, por eso, como ciudadanía también debemos estar vigilantes y recordar a los partidos políticos que es hora de ponerse manos a la obra. Puede que no aparezca como protagonista en sus debates, pero dos tercios de la población de nuestro país tiene claro que esto es urgente. Otra cooperación es urgente.