Cuando Gaby se decidió por primera vez a dedicar un verano de su vida a vivir una experiencia de voluntariado internacional, era consciente de que lo que le esperaba iba a ser irrepetible. El sólo hecho de poder salir del “privilegio” de haber nacido en un país “desarrollado”  para enfrentarse cara a cara con realidades que había visto en la tele o en algún libro, era una oportunidad que no podía desaprovechar. El esfuerzo para llegar a hacer posible el sueño de viajar y hacerlo a una realidad difícil suponía un reto que a sus 22 años tocaba afrontar si verdaderamente soñaba con un mundo distinto.

Pere, acababa de terminar la carrera, y desde los 16 años había participado en una asociación de su barrio como entrenador y con el colegio en campos de trabajo social en una zona marginal de Zaragoza. Durante la etapa universitaria, los veranos que pudo, los dedicó a conocer proyectos de cooperación con la ONGD vinculada con su colegio. Había llegado el momento de dar un paso más y dedicar un año de su vida, antes de tratar de integrarse en el mundo laboral, a plantearse su futuro a partir de una experiencia de compromiso más continuado. En el fondo sabía que, aunque a sus padres les había dicho que se iba un año, la puerta a prolongar la estancia en una comunidad de la Amazonía Peruana estaba más que abierta.

Hacía ya cuatro años que Fernando venía dedicando sus vacaciones a viajar a África con distintas ONGD vinculadas con el mundo de la salud. Durante ese tiempo, junto con varios médicos con sus mismas inquietudes habían ido formando un equipo que cada vez iba demandando un proyecto más sólido para aportar sus conocimientos como profesionales para la promoción de la salud.

“Ya nada vuelve a ser lo mismo”

Ni para Gaby, ni para Pere, ni para Fernando nada volvió a ser lo mismo tras las experiencias que decidieron darse en un momento de sus vidas y que hicieron que su rumbo cambiase. Probablemente no estaba entre sus expectativas el cambio de visión y de comprensión del mundo que ganaron. Tampoco el sentido del compromiso que adquirieron, no sólo con aquellas realidades que marcaron ya de por vida su corazón, sino también otras de injusticia y desigualdad más cercanas a su cotidianidad.

Nos atreveríamos a afirmar que tanto Pere, Gaby y Fernando como las miles de personas que cada año viven experiencias de voluntariado internacional, experimentan la exigencia ética de vivir, a su vuelta, con otro estilo de vida y con un sentido colectivo que les lleva a participar socialmente como ciudadanos globales de una manera diferente.

La ley no está a la altura …

Sin embargo, el recientemente aprobado marco legal del Voluntariado no está a la altura del sentido de solidaridad, cooperación fraterna y justicia que sostienen las experiencias de las que venimos hablando. La tan esperada Ley del Voluntariado, con su, hasta hoy, borrador de Reglamento, reconoce la categoría de Voluntariado Internacional pero sin vincularlo con la cooperación internacional. De esta manera las personas voluntarias internacionales quedan huérfanas de una administración que garantice sus derechos y desperdicia la oportunidad de asimilar su condición con la reconocida en el Estatuto del Cooperante. Se carga así sobre las espaldas de las entidades que promovemos el voluntariado, en su mayoría pequeñas o medianas, la obligación de garantizar, por ejemplo, coberturas sanitarias sin ningún tipo de ayuda y sin un marco que promueva medidas concretas de fomento del voluntariado internacional. Lamentamos tener que mirar con envidia el trato que las agencias estatales de desarrollo tienen con las entidades que promueven el voluntariado en países como Japón, Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos. En España hoy, nadie respondería de un accidente que sufrieran nuestros protagonistas en su país de destino; el posible seguro sanitario que tuvieran no tendría condiciones diferentes de las de cualquier viajero; no existiría tampoco consideración de ningún tipo en la seguridad social para voluntarios de larga duración a efectos de desempleo o pensión. Sólo el esfuerzo heroico de las entidades que promovemos programas de voluntariado internacional trata de paliar en algo estas condiciones.

En este Día Internacional del Voluntariado tenemos que preguntarnos cómo se están fomentando y cuidando los derechos de las personas voluntarias internacionales y denunciamos las dificultades que ponen en riesgo seguir compartiendo tantas historias, rostros, momentos… que son en definitiva, gestos visibles de la solidaridad global, el lado más humano de este mundo interconectado.

Escrito por el Grupo de Voluntariado Red de Entidades para el Desarrollo Solidario – REDES

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.