Artículo de Graciela Rico (Cáritas) y Marco Gordillo (Coordinadora ONGD) publicado en Planeta Futuro, de El País.
La semana pasada tuvo lugar en Nairobi una de las grandes cumbres de la agenda de desarrollo de este año: la denominada Alianza Global para una Cooperación al Desarrollo Eficaz (Gpedc en sus siglas en inglés).
De cumbre en cumbre vamos, poco a poco, y desde el año pasado, transitando desde un modelo de cooperación Norte-Sur –el de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de antes del 2015– al compromiso global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030. Y Nairobi ha sido un espacio privilegiado para reflexionar sobre cuál es el papel de la Cooperación para el Desarrollo en el Desarrollo Sostenible.
Más allá del hacer más con menos –mantra que se repitió durante la crisis para justificar los recortes en cooperación– el concepto de eficacia está cargado de un poder transformador y legitimador. La agenda de la eficacia estableció en 2011 los famosos principios de Busán que pretendían una cooperación para el desarrollo eficaz en la lucha contra la pobreza, en el apoyo de procesos de desarrollo establecidos en el marco de cada país y una mayor transparencia, rendición de cuentas e inclusión de todos los actores de desarrollo, especialmente a la sociedad civil y al sector privado.
Por tanto, nada de menos cooperación y sí más y mejor.
Pasos en la buena dirección
El documento final de Nairobi concluye que la eficacia de la ayuda es la mejor contribución de la cooperación para el desarrollo a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para “no dejar a nadie atrás”.
Asimismo, reafirma el compromiso con el 0,7% de la riqueza en ayuda oficial al desarrollo –0,20% para los países más pobres– y la necesidad de avanzar en una fiscalidad progresiva derivada de la Agenda de Acción de Addis Abeba. Recordemos que si se contabilizan todos los flujos desde el año 2008, los países en desarrollo pierden más de dos dólares por cada dólar que reciben. En definitiva: sin recursos –especialmente de cooperación y fiscales– no hay eficacia en la cooperación para el desarrollo sostenible.
Otro de sus principales resultados ha sido dotar de un mayor peso político a la Alianza Global como espacio de rendición de cuentas, monitoreo e intercambio de buenas prácticas, donde se dan cita una diversidad de países –superando la lógica donantes y receptores– y de actores –especialmente las organizaciones de la sociedad civil–.
Además, en un contexto de reducción de los espacios de participación de la sociedad civil –desde 2012, 75 países han aprobado 156 leyes regresivas–, hay un reconocimiento de la importancia de crear entornos facilitadores para la participación de las organizaciones sociales en las políticas de desarrollo, garantizando recursos que permitan que la sociedad civil cumpla su función de mejora del juego democrático. A su vez, reafirmar los principios de eficacia de la ayuda implica que cualquier política no debe dejar a nadie atrás de los procesos de desarrollo, especialmente a los grupos más vulnerables (mujeres, indígenas, adultos mayores, personas dependientes…).
La sociedad civil recordaba en su declaración final que los principios de una cooperación para el desarrollo eficaz deben aplicarse universalmente, en clara referencia al sector privado. Más allá de las buenas declaraciones, se necesitan medidas concretas que garanticen la eficacia de la ayuda, la ampliación de los espacios de participación de la sociedad civil y el aumento progresivo de la ayuda hasta alcanzar la meta del 0,7%.
España: recuperemos la política de cooperación
Recientemente el informe Aidwatch sacaba los colores a España por su escaso compromiso con la política de cooperación: un 0,12% de la riqueza que nos coloca en niveles de los años ochenta y en el pelotón de cola de Europa. Asimismo, el informe muestra que no se han producido avances en la eficacia por causa de la falta de recursos. La propia OCDE en su reciente informe de pares le ha pedido a España un cambio urgente de dirección.
Por ello, en este nuevo ciclo político, nuestro país tiene una oportunidad de alinearse con las prioridades de la agenda global y de recuperar una política clave para estar en el mundo. Un momento propicio para dar un primer paso será la inminente discusión de los Presupuestos Generales del Estado. El Gobierno y los diputados deberán aumentar las partidas de cooperación como gesto inaplazable. No hacerlo será profundizar en el aislacionismo, la irrelevancia y la irresponsabilidad.
Foto: Niklas Halle’n / PNUD India