Con un 0,12% de recursos destinados a la Ayuda Oficial al Desarrollo, España ha abandonado la política de cooperación. Lejos de alinearnos a las prioridades de las agendas globales y de parecernos a países que apuestan por la lucha contra la pobreza, la desigualdad y el desarrollo sostenible, nuestro país se limita a las buenas intenciones. Con tan escasos recursos es imposible tener una política de cooperación que pueda renovarse, modernizarse, adaptarse y hacerse eficaz y de calidad. Y esto no sólo lo decimos las organizaciones de la sociedad civil, sino que nos lo recomienda la UE, el CAD. Sin recursos no hay cooperación eficaz y de calidad.
Del 30 de noviembre al 1 de diciembre Nairobi acoge el Foro de Alto Nivel para la Eficacia de la Cooperación para el Desarrollo. Tenemos razones suficientes para seguir apoyando y potenciando esta agenda, al tiempo que recomendamos encarecidamente al Gobierno español que resitúe la agenda en el nivel político y estratégico que se merece.
En primer lugar, es una agenda política, no técnica. Y lo es porque conecta el desarrollo con los temas globales que preocupan actualmente: la Agenda 2030, la Migración, el papel de las empresas en el desarrollo, etc. Y busca vincularlos en todo momento para lograr el urgente desarrollo de muchos países en el mundo; un desarrollo del que España también es responsable.
La Agenda de la Eficacia conecta actores clave globales, como Naciones Unidas o el Comité de Ayuda al Desarrollo; regionales, como la UE; estados; sociedad civil; empresas; etc., con los que crea una Alianza Inclusiva basada en consensos. Este espacio privilegiado reconoce a las organizaciones de la sociedad civil como actores de derecho. Un papel que reconoce su condición de agente transformador para el desarrollo, su labor de portavocía de personas excluidas, de vigilancia para que los gobiernos cumplan sus compromisos.
Existe un reconocimiento de la necesidad de que los gobiernos creen entornos facilitadores, entornos seguros, en los que las organizaciones sociales participen en las políticas públicas. Se trata, en resumen, de garantizar que el juego democrático da protagonismo a quienes el sistema excluye. En este sentido, el caso español está muy alejado del objetivo puesto que la creación de un marco de relación entre ONG y gobierno está pendiente desde hace años.
Por otra parte, la agenda es también estratégica. Orienta los objetivos de la cooperación europea con la española. Por ello, consideramos que debe reforzarse la eficacia para el desarrollo en los instrumentos de la política de cooperación, como el próximo Plan Director –y para ello será necesario rescatar principios básicos como las bases de nuestra cooperación para el desarrollo.
Integrar la Agenda de Eficacia en la Agenda 2030 permitirá que los actores implicados identifiquemos cómo ser eficaces para lograr los ODS; cómo ser transparentes, alcanzar alianzas inclusivas y cómo conseguir que las políticas sean coherentes para el desarrollo.
Razones todas ellas más que suficientes para que España recupere la agenda de eficacia para el desarrollo.