Artículo de Marco Gordillo, Vocal de Incidencia de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo y Responsable de Campañas de Manos Unidas.
Este artículo fue publicado por ElDiario.es
El próximo viernes, 25 de septiembre de 2015, probablemente será una fecha para la historia. Más de 190 Jefes de Estado, reunidos en la 70 Asamblea General de las Naciones Unidas, proclamarán la llamada “Agenda2030 para el Desarrollo Sostenible”. Se trata de una nueva agenda, sucesora de los 8 Objetivos del Milenio lanzados en el año 2000, que marcará la hoja de ruta de la comunidad internacional para los próximos 15 años en políticas de lucha contra la pobreza y la desigualdad y la protección del medioambiente.
¿Qué trae de nuevo esta agenda? Nos encontramos ante una propuesta compleja, amplia y ambiciosa que va más allá de los problemas tradicionales de pobreza extrema, hambre, salud o educación. Aborda también cuestiones como el crecimiento económico, las desigualdades, la biodiversidad, el cambio climático y la gestión sostenible de las ciudades y los mares, el acceso al agua y a la energía, la equidad de género, la insostenibilidad de nuestros patrones de producción y de consumo, la necesidad de sociedades justas y pacíficas, etc. Y es precisamente esa amplitud la que hace que desde ciertos sectores se observe con escepticismo. Quien mucho abarca, poco aprieta; se afirma.
Pero una mirada más pausada tal vez nos permita reconsiderar esta posición. La Agenda2030 nace de la confluencia de varios procesos internacionales en los que han intervenido los gobiernos, la academia y organizaciones de la sociedad civil. El diagnóstico colectivo arroja la urgente necesidad de una agenda compleja y ambiciosa como esta.
Ante retos complejos e interconectados, respuestas integrales
Se ha demostrado que crecer económicamente no es sinónimo de bienestar para todas las personas. Nuestro mundo es actualmente más rico que hace 25 años, pero nuestras sociedades son más desiguales que nunca. Una desigualdad que afecta principalmente a las mujeres tanto desde el punto de vista económico, como en lo que se refiere a acceso a derechos y gestión del poder. Hemos crecido a costa de esquilmar los recursos naturales y deteriorar el medio ambiente; nuestro modelo de desarrollo es insostenible y nuestros recursos naturales limitados.
El mundo está más interconectado que nunca. Es urgente una aproximación sistémica que ofrezca respuestas globales a problemas muy complejos. Y es eso, precisamente, lo que pretende la Agenda2030. No hay otra manera de lucha contra la pobreza, que luchando a la vez y con la misma fuerza contra las desigualdades y las insostenibilidades de nuestro modelo global de desarrollo.
Retomando el título de este artículo. Posiblemente estemos ante un hito histórico. Es la primera vez que la comunidad internacional aborda en una misma agenda los problemas de la pobreza y los ambientales. Es la primera vez que los Estados se deciden a hablar de desigualdades situando la pobreza en un esquema de justicia y redistribución de la riqueza. Es la primera vez que una agenda de desarrollo se plantea como “universal”, aplicable a todos los países, reconociendo que nuestros desafíos son globales y nos piden cambios a todos. Que una declaración proclame que estos 17 objetivos son “de carácter integrado e indivisible, de alcance mundial y de aplicación universal”, francamente, es una gran novedad y una buena noticia para las personas y para el planeta.
Más allá de las declaraciones
Pero ¿y si todo esto no fuera más que un ejercicio colectivo de ilusionismo político? La puesta en práctica de esta agenda exige cambios muy profundos en la economía y en la política, en la cultura y en nuestros hábitos de vida y de consumo, en las políticas de desarrollo y en nuestra relación con la naturaleza. ¿Están los Estados dispuestos a ello?
Los compromisos de la agenda son voluntarios para los Estados, y eso ya no es un buen punto de partida. Por otra parte, habrá que ver cómo cada Estado interpreta y pone en práctica el principio de universalidad. ¿Veremos en España, por ejemplo, una comisión interministerial que elabore una estrategia de desarrollo desde la coherencia de políticas para abordar nuestras propias pobrezas, desigualdades e insostenibilidades? ¿O la Agenda2030 seguirá siendo un compartimento estanco del Ministerio de Exteriores y de Cooperación? En tercer lugar, son necesarios recursos económicos suficientes para implementar los compromisos; ahora, esto no queda muy claro teniendo en cuenta que en le Cumbre de Financiación de Addis Abeba salió un raquítico compromiso por el 0’7, una fuerte insistencia en los recursos locales, y una apuesta casi mágica por el poder transformador del sector privado… Por último, tendremos que ver en qué terminan los indicadores que nos permitan seguir y evaluar la implementación de la agenda, y el papel que se le otorgue a la sociedad civil en la identificación, diseño, implementación y seguimiento de políticas que se lleven a cabo.
Transformaciones de raíz
Pero nuestra mayor preocupación es que, mientras no se transforme el sistema económico global, nada cambiará de verdad. Mientras la agenda siga apostando por el crecimiento económico como solución per se –cuando es el que ha provocado más desigualdad y deterioro ambiental-; mientras no se apueste por un desarrollo verdaderamente sostenible…, seguiremos estado muy lejos de ese cambio de paradigma que necesitamos para hacer nuestro mundo un poco mejor, más solidario, justo y sostenible.
¿Hito histórico o ilusionismo político? Como dice el edificio del Ayuntamiento del pueblo donde vivo, Tres Cantos, “el futuro no está escrito, lo escriben los pueblos”. Tenemos por delante 15 años apasionantes, en el que nuestro desafío como sociedad es hacer de los Objetivos de Desarrollo Sostenible un hito histórico. Y para ello necesitamos una sociedad crítica, organizada, propositiva, que presione a sus gobiernos y les exija rendición de cuentas de los compromisos adquiridos. Si esta agenda es de verdad “una agenda del pueblo”, como dice el texto, busquemos los caminos para hacerla realidad, para exigir a nuestros representantes –cuya función es “mandar obedeciendo”- que escuchen el clamor de los pueblos que llaman a construir un mundo más humano, mas justo y más respetuoso con la naturaleza. Hito histórico o ilusionismo político. Depende de las y los representantes políticos. Depende también de nosotros y nosotras.