La enfermera leonesa Sheila Martínez Álvarez nos cuenta su trabajo junto a ASECSA y Farmamundi en comunidades del departamento de Alta Verapaz, centrado en la salud materna y la atención primaria en salud. Guatemala mantiene una de las tasas de mortalidad materna más elevadas de Centroamérica.

De Guatemala apenas sabía nada, salvo unas nociones muy básicas de su historia y unos cuantos datos oficiales que me revelaban que llegaba a un país con altas tasas de mortalidad materna, desnutrición infantil, pobreza y desigualdad. Llegué con muchísima ilusión y algunas incertidumbres, arrastrando 28 horas de viaje y un jet lag del que me costó recuperarme una semana, y regresé dos meses después con los ojos llenos de lágrimas y la maleta cargada de emociones, experiencias  y sobre todo de muchísimos aprendizajes. De ese jet lag emocional cuesta mucho más recuperarse…

Explicar que es lo que “te mueve” cuando tienes la inquietud de vivir una experiencia de este tipo ante todos los que se cuestionan tus motivos, no es fácil. Supongo que es una mezcla de inconformismo y curiosidad, o simplemente la necesidad de perder tu propia perspectiva para poder conocer y comprender mejor el mundo que te rodea, con el que tantas veces te has indignado a través de lo que llega de las noticias,  que no deja de ser una visión muy sesgada y muy pequeña de la realidad. Porque no me vale asumir que haber nacido en un lugar con oportunidades y comodidades sea una cuestión de “suerte”, mientras millones de personas se mueven a diario entre la pobreza, el  hambre, la muerte y la marginalidad. Porque me niego a asumir todo esto como normal, como inevitable o inamovible y porque, en el fondo, todavía creo en el poder de la gente para cambiar las cosas.

Guatemala es Ixim Ulew, es la tierra donde el maíz es sagrado

Llegar a Guatemala es llegar a un país de contrastes, de extremos, una dicotomía hasta hoy irreconciliable. Me encontré un país culturalmente fascinante, donde, sin embargo,  es esta diversidad cultural la causa de división y de marginación. Me encontré un país con una historia muy dolorosa a sus espaldas y una realidad que no ha superado las consecuencias de ese pasado, una sociedad rota en mil pedazos donde las páginas de sucesos violentos del periódico diario contrasta con el carácter tranquilo y amable de sus gentes.

Empecé a ver, oír, sentir… a vivir Guatemala y empecé a conocer la historia de un país partido por la mitad. Guatemala es la historia de la invasión, la colonización y el sometimiento cultural a través del establecimiento de una supremacía racial contra la población indígena.

Guatemala son más de quinientos años de racismo, de oligarcas y caciques, de genocidios impunes. Guatemala son latifundios, monocultivos de café, caña de azúcar y palma africana. Son ríos contaminados por explotaciones mineras. Oro que sale del país y enfermedades que se quedan.

Guatemala son los ojos negros de los niños y niñas indígenas, que mueren de diarrea, que sufren desnutrición, hijos e hijas de campesinos que  trabajan en las plantaciones, privados de tierra, muchas manos que trabajan para que unos pocos se enriquezcan.

Guatemala es la historia de la desigualdad, de la discriminación étnica, es la historia de la vergüenza del ser humano contra el ser humano. Guatemala es Ixim Ulew, es la tierra donde el maíz es sagrado. Son veinticuatro idiomas y mil colores tejidos en forma de huipil. Es el hormigo transformado en marimba. Árboles que hacen música.

Es la herencia de una civilización fascinante, es el conocimiento ancestral, la sabiduría de los abuelos y las abuelas, es la medicina tradicional que se resiste a morir aplastada por una ideología impuesta y reduccionista de la salud, es el legado científico- cultural del pueblo maya.

Es el trabajo voluntario de hombres y mujeres para acercar a sus comunidades la salud que oficialmente se les niega. Son comadronas tradicionales cuidando a mujeres que juegan a la ruleta rusa cada vez que se quedan embarazadas. Son las culpas con las que cargan, que no son suyas. Son mujeres, hombres y niños y niñas sobreviviendo a la injusticia. Defendiendo la vida, defendiendo el territorio, “su” territorio.

Es la defensa de la Madre Tierra, el respeto y la integración del ser humano con la naturaleza y el cosmos. Es la filosofía del “Buen Vivir”. Son comunidades en resistencia, es lucha, es la recuperación de la identidad perdida y de los sueños robados…Porque, le pese a quien le pese, Guatemala es indígena.

La salud materna en comunidades de Alta Verapaz

Incorporarse a un proyecto de salud en Guatemala supone, ante todo, enfrentarte a problemas hasta entonces desconocidos en tu ámbito habitual de trabajo, como es el de la mortalidad materna.

Fueron dos meses conociendo y apoyando el trabajo que realiza la asociación ASECSA y Farmamundi con los comités comunitarios de emergencia, o lo que es lo mismo, la organización y capacitación de las comunidades a través del trabajo voluntario de promotores de salud, comadronas, madres consejeras y un largo etcétera para hacer frente a una lacra que les persigue, la de las mujeres que mueren por causas prevenibles derivadas de su embarazo, parto y puerperio. Un problema de salud pública relacionado directamente con la pobreza y con la marginalidad. Un problema prevenible, que solo en Guatemala,  se cobra la vida de más de quinientas mujeres al año (según fuentes de MSPAS), cuyos únicos delitos son ser indígenas, pobres y mujeres.

Dos meses para intentar asimilar que a estas quinientas hay que sumarle otras tantas muertes que no entienden de razas ni de clases sociales. Las víctimas de la violencia de género. Más de seis mil mujeres en los últimos diez años.

Dos meses acompañando a jóvenes en su formación como promotoras de derechos sexuales y reproductivos, adolescentes luchando por recuperar algo inherente a nosotras mismas, que en algún momento, el patriarcado se encargó de arrebatarnos. El control sobre nuestros propios cuerpos.

Acompañando a las comadronas en sus capacitaciones y aprendiendo de las que constituyen el apoyo más preciado de las mujeres en ese mágico momento en el que la vida se abre paso a través del nacimiento.

Dos meses participando en foros para intentar sensibilizar a la población de la magnitud de estos problemas, para intentar que dejen de ser problemas de “minorías”, problemas de mujeres. Y sean vistos como lo que realmente son: graves problemas sociales, de salud  y vulneración de los derechos más fundamentales.

Dos meses recorriendo comunidades q´eqchi´s y poqomchís con nombres imposibles de pronunciar para mí, en los municipios de Chisec, Tamahú, Fray Bartolomé de las Casas, Carchá y Cobán, por las bellas tierras de Alta Verapaz, por tierras de Tezulutlan.

Horas de viaje dando tumbos en “picop” para recorrer distancias en realidad no tan largas hasta llegar a las comunidades rurales más alejadas de los centros urbanos, más vulnerables, donde la vida podría ser fácil y placentera pero donde, paradójicamente, se ha convertido en un salto de obstáculos continuo.

En Guatemala he recordado cual es el significado en mayúsculas del concepto de “salud comunitaria”, donde la participación activa de todos los miembros de la comunidad es indispensable para la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud. Donde el derecho a esta, incluye, además del acceso a medicamentos y a unos servicios sanitarios de calidad, aspectos tan importantes, y tan olvidados en ocasiones, como son el acceso a fuentes de agua potable, la importancia de la soberanía alimentaria de los pueblos, los efectos que la contaminación, la degradación del medio ambiente y los tóxicos ambientales a los que estamos expuestos tienen sobre nuestra salud y la necesidad de defender y proteger todo eso que nos da la vida.

La historia ha demostrado lo contrario. Sin embargo, yo creo que todavía es posible que los encuentros entre dos mundos sirvan para construir, no para destruir, para enriquecernos de la diversidad de pensamientos, de conocimientos, de maneras de entender y sentir, sirvan para apostar por otro modelo de relaciones entre los seres humanos, por otro modelo de vida.

Este ha sido uno de mis mayores aprendizajes tras vivir dos meses en Ixim Ulew, la “tierra del maíz”. Por eso, lo único que puedo decir es B´ANTIOX que en lengua q´eqchi´ significa GRACIAS, a todas y todos los que de una u otra manera me han acompañado en este viaje y han hecho posible que hoy me sienta tan afortunada de haber podido vivir esta experiencia, de haber conocido y compartido otra realidad, de seguir creciendo, abriendo los ojos y el corazón y de poder proyectarlo aunque sea en mi trocito de mundo.

Por Sheila Martínez Álvarez

Enfermera y voluntaria de Farmamundi. Beneficiaria del Programa Jóvenes Solidarios de la Junta de Castilla León en el proyecto de Farmamundi “Reducción de la mortalidad materna mejorando los servicios de atención primaria en salud de las mujeres, con enfoque de derechos sexuales y reproductivos en el Departamento de Alta Verapaz (Guatemala)” financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), Agencia Asturiana de Cooperación al Desarrollo (AACD), Diputación de Valencia y Fundación Bancaja.

Farmamundi mantiene un intenso trabajo de cooperación sanitaria en Guatemala junto a las organizaciones locales Asociación de Servicios Comunitarios de Salud (ASECSA) y Servicios para el Desarrollo (SER), Médicos Descalzos, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), municipalidades y diversas organizaciones comunitarias de base. En la actualidad y junto a ellos desarrolla seis proyectos integrales enmarcados en el acceso y uso racional de medicamentos, salud sexual y reproductiva, reducción de la mortalidad materna, la atención primaria de salud y el acceso al agua potable y el saneamiento, que benefician a más de 100.000 personas de trece departamentos del país.

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